Bueno, bueno, bueno... y aquí me tienen de vuelta, con algún que otro gramito de más -matizo, gramito, nada de kilito, que el dolor de la dieta ha sido demasiado como para estropearlo todo ahora de repente- y con un moreno algo envidiable que se encuentra a años luz del moreno envidiablísimo que tendré cuando vuelva de mis queridas Islas Canarias, vergel de belleza sin par. Sitges no ha sido más que el preliminar de lo que será un merecidísimo verano en la orilla de mi Atlántico añorado con una pila de libros a la izquierda y una ligera brisa marina a la derecha; la cual, tratándose de Fuerteventura, bien puede convertirse en un auténtico vendaval en cuestión de segundos. Aún así, no deja de ser maravillosa.
El viaje en sí ha sido... déjenme pensar en el adjetivo adecuado... perfecte! Todo ha sido inmejorable: el hotel, la comida, el tiempo, la playa y, sobre todo, la compañía -tej quiero gitana!
En cuanto a los lepidópteros; la verdad sea dicha; ver, lo que se dice ver, vimos pocos. No obstante los que vimos estaban en plena época de apareamiento. Resulta que la mariposa de Sitges, más conocida como el lepidopterus sitgeniensis se aparea del siguiente modo: el lepidóptero A (macho) coloca la toalla en medio de la playa mientra el lepidóptero B (macho también -he aquí la peculiaridad de esta especie) se extiende a lo largo de su cuerpo dorado una loción atrayente -creo que en algunos círculos la denominan crema solar factor 15 que hace que el lepidóptero A enloquezca sobremanera. De ahí se pasa a la acción: ambos insectos se tumban sobre la toalla y sin objeción alguna a los peligros que puedan estar acechando alrededor, comienzan la danza reproductiva -una especie de magreo incontrolado por arriba de los calzoncillos-bañadores- que hace que el resto de la fauna playera no pueda hacer más que fijar sus miradas en ellos. El fin llega con la extenuación; ambos animales acaban exhaustos con sus antenitas apuntando al cielo mientras los demás no sabemos dónde meternos. Definitivamente, Sitges es un hábitat cuanto menos peculiar.
Como ya sabrá la mayoría de ustedes -vosotros para los españoles- me va quedando menos en la bella Gasteiz. Obviamente habrá un capítulo especial dedicado a mi querida ciudad de acogida y a sus habitantes, pero mientras tanto disfrutaré de los escasos cuatro días que me quedan por tierras gasteizarras. Seguro que algo pasa; solo es cuestión de esperar.
A más ver.