¿Podría el verano durar tan solo un mes? Aunque no lo crean sí. Resulta que en la capital vasca -manque les duela a los bilbaínos- la perenne capa de nubes grisáceo-plomizas que se extiende sobre nuestras cabezas desde hace ya demasiados meses no tienen la aparente intención de abandonarnos antes de julio. Cuando el resto del país se achicharra y se pelea por la sombra de un pino -de ahí surgió la maravilla de María del Monte; de una tarde de calor sofocante en Sevilla- aquí, en la bonita Gasteiz nos damos de hostias por acaparar el más mínimo rayo de sol signo de que aquí también hay diferencia entre día y noche.

Ya va quedando menos para acabar la segunda glaciación de mi vida -la primera fue Finlandia. Espero que Vitoria me enseñe su mejor cara soleada antes de volver a las Afortunadas para hacerlo con un gusto menos amargo de lo que ya me ha dejado.

Gora Gasteiz eta gora Euskal Herria! -pero solo para un ratito.